La caída de Ícaro

Ícaro fue hijo de Dédalo, un gran genio que diseñó el Laberinto para el Minotauro que le había pedido el Rey Minos. Se dice que cuando Dédalo terminó dicho Laberinto y para prevenir el secreto del Minotauro (así como de la única salida del Laberinto), el Rey Minos lo encerró junto a su hijo para que no revelasen dicho secretos; sin embargo, el diseñador pudo escapar al conocer su propia obra al derecho y al revés. Una vez fuera para escapar totalmente del poder del rey, Dédalo fabricó unas alas hechas con cera y plumas para él y su hijo.

Cuando todo estaba listo, antes de emprender vuelo le advirtió a su hijo imprudente tener cuidado con el sol, ya que si volaba muy cerca de él, derretiría la cera y eso le haría descender desde una gran altura. Al ir volando muy lejos de Creta, Ícaro estaba maravillado por la sensación que le daba volar que no evitó el ir aún más alto y hacia el Sol, aun cuando había recibido una serie de advertencias de su padre, quien vio que la cera empezó a derretirse y a su vez provocando que las plumas fueran despegándose.

Dédalo no pudo hacer nada y su vuelo para rescatar a su hijo fue en vano ante las súplicas de Ícaro por ser salvado. Cayendo desde lo más alto hacia el mar en una caída fatal, Ícaro murió en tan solo unos instantes. Su padre se encontraba abatido y solo le quedaba como consuelo recoger el cuerpo de su hijo a quien llevó a enterrar a una pequeña isla que más tarde recibió el nombre de "Icaria".