Pigmalión y Galatea

En la isla de Chipre, vivía un rey y escultor llamado Pigmalión, un hombre que no estaba interesado en las mujeres al considerarlas imperfectas. Sin embargo, cuando empezó a sentirse solo, salió en la búsqueda de alguna mujer que pudiera convertirse en su futura esposa sin tener resultados. Según el mito y en su desesperación, a cincel y martillo pudo dar vida a la “mujer de sus sueños” tras escupirla en el blanco marfil. Al ver la belleza de su obra, cayó rendido ante la escultura deseando con fuerza que fuera de carne y hueso, pero sus esfuerzos eran en vano.

Durante las fiestas en honor a la diosa Afrodita, el hombre acudió con una ofrenda generosa cuyo para que aquel profundo anhelo de su corazón se hiciera realidad, es decir, que la mujer de marfil cobrara vida. La diosa se compadeció de él al ver la fuerza con la que imploraba su ayuda y en correspondencia, alzó la llama del altar de Pigmalión por encima de los demás para conceder su deseo; sin embargo, se retiró decepcionado al no entender la señal otorgada.

Al llegar a su taller con muchos, contempló a la estatua inerte durante horas que no respondía a sus atenciones. Decepcionado y antes de retirarse, besó con desesperación los labios de piedra no eran gélidos, sino cálidos y muy suaves; lo mismo hizo al tocar sus manos y su pecho. Con el mismo ímpetu, una vez más volvió a besarla percatándose que finalmente ella estaba viva; por su parte, la joven sonrió y se enamoró de su creador. Afrodita al ver la escena, les otorgó el don de la fertilidad.